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GALERÍA
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NOTAS
[i] Relatos de las fiestas de Jabaloyas asociados con su patrona la Virgen de los Dolores de Jabaloyas.
La Pascua de Resurrección
El Domingo de Pascua de Resurrección, de acuerdo con la tradición religiosa de la antigüedad, se celebra la Procesión del Encuentro, un acto cargado de espiritualidad y de fe de todos los fieles que concurren a la celebración de este pasaje bíblico después de la Resurrección. A la salida del Sol, un repicar y volteo de campanas anuncia a los fieles el momento de concentrarse en la iglesia parroquial, a fin de realizar como día de la Resurrección del Señor, el encuentro de Jesús y de María, que se lleva a efecto en el prado de la ermita de la Virgen, a las afueras del pueblo.
Todos los varones, con la imagen de Jesús, salen desde la Iglesia en procesión con dirección a la ermita, y antiguamente desde ésta, las mujeres acompañadas del sacerdote con la imagen de la Dolorosa, salían en procesión hasta encontrarse con la anterior. Al divisarse ambas y desde unos cincuenta metros antes de realizarse el encuentro, se hincaban de rodillas tres veces las procesiones entre cánticos de alabanza a la Virgen y a Jesús.
Consumado el encuentro, dos mayordomesas auxiliadas por alguna otra mujer, cumpliendo alguna promesa, quitaban el velo y la capa negra que cubría a la imagen Dolorosa, poniéndole otra capa de color simbolizando la alegría de la Resurrección. Esta capa de la alegría era llevada primorosamente plegada sobre una bandeja de mimbre por una niña vestida en ocasiones con traje de comunión.
Terminado el acto del encuentro, se procedía al regreso de las dos procesiones hasta la iglesia, amenizado por el coro de voces entonando los cantares tradicionales y acompañados siempre por el alegre sonido de las campanas, finalizando en este punto la Procesión del Encuentro. Es significativo añadir que a primeras horas de la mañana de Pascua aparecía en las proximidades del paso de la Procesión del Encuentro un muñeco del tamaño de una persona ahorcado pendiente de una cuerda, representando la escenificación de la muerte de Judas Iscariote; trabajo artesanal de la juventud masculina para cumplir con otra de las tradiciones de esta fiesta.
Los cánticos de la mañana de Pascua Ya repican las campanas, ya sale la procesión, ha resucitado Cristo Nuestro divino Señor. ¡Oh, qué mañana de Pascua! ¡Oh, qué mañana de flores! ¡Oh, qué mañana de Pascua ha amanecido señores! ¡Oh, qué mañana de Pascua! ¡Oh, qué mañana de glorias ha amanecido señores al pueblo de Jabaloyas! ¡Oh, qué mañana de Pascua! ¡Oh, qué relumbrante aurora! Ha resucitado Cristo, la Virgen de gozo llora. Qué mañana más hermosa que tienen los pajaritos al ver que ha resucitado el Hijo de Dios Bendito. Alégrense los collados, los luceros y planetas, y también los doce signos y el ejército de estrellas. Con su cántico las aves, con su murmullo los ríos dicen que ha resucitado el Señor y el Verbo Divino. Ya vamos hacia la ermita, ya vamos con mil amores, que vamos a visitar la Virgen de los Dolores. Por allí viene Jesús, por aquí viene su Madre, que hace que no se han visto desde el jueves por la tarde. Hoy al rayar el día y brillar el claro sol se encuentra la Madre amada con su Hijo el Redentor. Aparte, aparte la gente, aparte con humildad, que viene la fe de Cristo y todo lo cubrirá. A vuestros pies nos rendimos como gran Reina y Señora, para que seais amparo del pueblo de Jabaloyas. Los Mayos a la virgen de los Dolores En Jabaloyas, el día 30 de abril y desde tiempos pretéritos, se celebraba la fiesta de los Mayos, similares éstas en cuanto a su contenido a las que se hacían en Albarracín y su Sierra; los fines eran los mismos, agasajar a las doncellas por sus novios o admiradores, para iniciar en ocasiones con la semilla de la amistad un futuro noviazgo. Sobre las diez de la noche, los mozos celebraban una lifara (merienda), a base de huevos y vino; después iban cantando jotas hasta la ermita de la Virgen de los Dolores, en las afueras del pueblo, y a las doce en punto de la noche, cuando nacía Mayo, en atención a ese tinte de religiosidad, de amor y deferencia a su primera Dama la Virgen de los Dolores, le cantaban el primer mayo; éste era el de mayor competencia, pues para unos era cumplir su promesa y para otros, un privilegio. Preparada la rondalla y el coro de voces integrado exclusivamente por la juventud masculina, el de mejor voz, cantaba el romance de los Mayos, contestado por el coro con la misma tonadilla repitiendo los dos últimos versos de cada estrofa. Ya estamos a treinta del abril cumplido, alegraos damas, que mayo ha venido. Gracias a Dios que llegamos a este divino portal, donde está la Dolorosa Virgen de la Soledad. Aquí todos reunidos en tan santa compañía en este Mayo florido cantaremos a María. Con mucha fe y con cariño te piden tu bendición, que presidas nuestros Mayos a los pies de Javalón. A continuación se iniciaba la subasta por el organizador del acto. Los competidores iban pujando con arreglo a su bolsillo, a su fe o su promesa, siempre en libras de cera, pues el último postor adquiría el compromiso de entregar la cera de la subasta al Mayoral de la cofradía de los Dolores, para atender las necesidades del alumbrado del altar de la ermita. Después se regresaba cantando hasta la puerta del templo parroquial, donde se entonaba el siguiente romance. A la puerta de la iglesia llegamos con gran contento, sea bendito y alabado el Santísimo Sacramento. Si Cristo nos da su gracia, y la Virgen del Rosario, y el Divino San José, les cantaremos el Mayo. La bendición os pedimos para poderlos cantar a las mozas de este pueblo que esperan sin acortar. La fiesta de los Mozos La fiesta de los Mozos era de marcado carácter religioso en todo su contenido, donde la juventud aprovechaba un espacio de la misma para divertirse con sus bailes y deportes populares, después de cumplir con las tradiciones ancestrales heredadas de sus antepasados. Fiesta que organizaba la Cofradía de la Virgen de los Dolores, una hermandad religiosa que dentro del mes de Junio de cada año le rendía culto a dicha Virgen Patrona de la Institución. Esta fiesta se iniciaba a las diez de la noche del Viernes siguiente al Domingo de Pentecostés, día del Sagrado Corazón de Jesús, para rezar el rosario y cantar una salve a la Virgen en su ermita, al final de un verde prado a las afueras del pueblo. Parece ser, según manifiesta el historiador don César Tomás Laguía, cuando describe las numerosas capillas que existían en el siglo XVII en la iglesia de Jabaloyas, que fueron destruidas premeditadamente en la Guerra Civil de 1936, por ateísmo o incultura de las gentes; dícese que entre las capillas descritas existía la de San Pedro, situada esta al lado del Evangelio donde radicaba la Cofradía del Nombre de Jesús, y en la capilla del Rosario, otra Cofradía denominada Del Rosario. Este origen histórico no nos hace referencia a qué Cofradía de las mencionadas fue la continuadora de la conocida últimamente como Cofradía de los Dolores, que le rendía culto como Patrona a esta Virgen de Jabaloyas. Ante este interrogante añadiremos que a la Cofradía podían pertenecer tanto hombres como mujeres y en el mismo caso los niños a partir de su nacimiento. Se tenían como cofrades de número las mujeres y los niños, pero al llegar éstos a la edad de catorce años, se consideraban adultos dentro de la Institución, adquiriendo el derecho de participar en todos los actos y vicisitudes de la hermandad, incluso en la aportación de cuotas para el sostenimiento económico de la misma. La disciplina en cuanto a derechos y obligaciones se regía por sus estatutos a través de un Mayoral, denominado Cofrade Mayor, elegido por turno de antigüedad entre los cofrades por un periodo de un año, al que se le entregaba una vara labrada de un metro setenta centímetros de larga, conteniendo a diez centímetros de uno de sus extremos una bola que circundaba a la misma, cuyo símbolo le servía como atributo de su autoridad. El relevo del cargo de Mayoral se realizaba el segundo día de fiesta por la noche en la puerta del nuevo Cofrade Mayor, a quien se le hacía entrega de esta vara, los estatutos, el estado de cuentas, etc., al tomar posesión del cargo. Dicho acto se celebraba en presencia de toda la Cofradía y de numeroso público que con gran alborozo y música de gaiteros iban degustando gratuitamente abundante tintorro con cañamones entre todos los concurrentes que asistían a presenciar el cese y nombramiento del cargo de Mayoral También se nombraba un suplente del Cofrade Mayor, que normalmente sería el sustituto del primero al año siguiente, y en el mismo caso se elegían los cofrades distinguidos para el desempeño del cargo de hacheros y entre ellos, el Hachero Mayor. Se les daba esta denominación porque utilizaban en los actos litúrgicos un velón o hachón de un metro veinte centímetros de alto, adosado al mismo en uno de sus extremos una especie de plato circular taladrado en su centro para alojar un cabo de vela. La uniformidad de la cofradía consistía en cubrirse con una capa de paño negro con esclavina y forrada parcialmente en su interior con raso de seda de vivos colores; en la antigüedad parece ser que estas capas llevaban una capucha adosada al cuello de la misma para poder cubrirse la cabeza. Todos los cofrades en activo, cuando se iniciaba la fiesta el Viernes por la noche, salían en procesión desde la iglesia parroquial hasta la ermita de los Dolores, vistiendo sus típicas capas negras y provistos todos con sus velones encendidos, desfilando en dos hileras separadas entre sí unos dos metros, encabezando la formación el Mayoral, el suplente y el sacerdote oficiante revestido con sus ornamentos a quien daban escolta y precedidos todos por numerosos fieles asistentes a este acto litúrgico. Como anécdota de esta procesión, cuenta la tradición que en las primitivas cofradías la procesión era penitencial y se celebraba en completo silencio a las doce de la noche, llevando cubierta la cabeza con la capucha, sin más luces que la iluminación de las velas que portaban, dando un aspecto esperpéntico y fúnebre. Cuéntase que durante una de estas procesiones arribaron a Jabaloyas unos arrieros y al divisar atónitos aquella formación de gentes en silencio en la oscuridad de la noche y vestidos de manera fantasmagórica, creyeron se trataba de un aquelarre de brujas, siendo tal el pánico supersticioso de los arrieros que sin más aclaraciones volvieron grupas despavoridos hacia el pueblo más inmediato, donde contaron su desagradable vivencia, bautizando a Jabaloyas con el sambenito o sobrenombre de “Pueblo de brujas”. En épocas más recientes el desfile procesional se hacía en ambas direcciones cantando letanías, desprovistos de la capucha y lanzando cohetes que iluminaban con vivos colores la noche estrellada del firmamento, acompañados a la vez por el estruendo intermitente de las salvas disparadas con escopetas de caza por los escopeteros de la hermandad. Estas salvas se producían durante la celebración de la Salve en la puerta de la ermita y en el mismo caso se repetían al día siguiente en la puerta de la iglesia durante la misa mayor. Llegada la procesión a la ermita repleta de fieles, aparecía su altar completamente iluminado por la luz de cuantiosas velas, y éste vigilado por dos cofrades denominados alumbradores quienes, descalzos de sus zapatos, trepaban por el altar para apagar o encender la vela que estuviese deficiente. Rezado el rosario y cantada la Salve a la Virgen, la procesión regresaba en las mismas condiciones a su punto de partida. La cofradía, cuya misión era participar en todos los actos litúrgicos relevantes, lo hacía también los Domingos del Señor de cada mes, dando escolta al Santísimo durante la celebración de la misa y precediendo siempre en su salida al sacerdote de la sacristía y lo mismo a su regreso. También participaban en las defunciones de los cofrades, tanto en el velatorio como en su acompañamiento hasta el cementerio. El mantenimiento económico de la Institución se realizaba mediante la recaudación mensual de una cuota modesta de todos los cofrades y en casos extraordinarios con las aportaciones especiales entre los cofrades en activo para sufragar aquellos gastos festivos adicionales a los actos religiosos. A tal fin, para incrementar los ingresos, se contaba con la ayuda económica que prestaba el Ayuntamiento y con la colecta mensual de pan que hacían los cofrades entre todos los vecinos del lugar y su aldea de Arroyofrío; pues la cantidad de pan recogido durante los meses del año se entregaba al postor de la subasta que al empezar el año le había sido adjudicada. Con los mismos fines se subastaban los cargos de escopeteros y alumbradores entre los cofrades, cargos que se les consideraban privilegios dentro de la Institución. Algunas personas del pueblo recuerdan de sus mayores que la subvención económica que hacía el Ayuntamiento para la fiesta de los Mozos consistía en la concesión de dos pinos maderables para subastarlos después; desprovistos de corteza, eran colocados de pie en el centro de la plaza colgándoles en el extremo más alto objetos, animales, etc., que servían de premio para aquellos que usando de su habilidad lograban alcanzarlos. Esta fiesta tradicional ya no se celebraba en 1993." (F. Aspas, 2011 ) |