Ermita de San Cristóbal de Jabaloyas



Ermita de San Cristóbal de Jabaloyas
Advocación
San Cristóbal
Uso actual
Ermita
Municipio
Jabaloyas
Lugar
Monte Javalón
Ubicación
En la cima del monte de Javalón, a 1692 metros de altitud,
Coordenadas
UTM: 634681672.3, 4454730453.2
Mapa Google
http://g.co/maps/v4fxw
Restauración
En 2009
Conservación
Buena
Historia
La primera referencia histórica que tenemos de esta ermita es la del Diccionario de Madoz de 1845. Hasta el año 2009 estaba en ruinas y fue reconstruida casi al completo.
PatrImonio inmueble
Obra de mampuesto con sillares de refuerzo en las esquinas y potada. La cabecera es plana. Techumbre de madera a cuatro vertientes cubierta con teja y culminada con una gran espadaña de un gran vano sin campana. Alero de teja sencillo. En el interior una nave diáfana sencilla.
PatrImonio mueble
Tiene un modesto altar de obra desnudo de enseres. La imagen de San Cristóbal se guarda en la iglesia parroquial y solo viene de visita el día de la romería en su honor.
Patrimonio Inmaterial
Romería de San Cristóbal, patrón de Jabaloyas (ver nota[i])
Referencias
ASPAS RODRÍGUEZ, F. (2011).



[i] Relato de las fiestas de San Cristóbal, patrón de Jabaloyas

"Jabaloyas celebra el día diez de julio la fiesta de San Cristóbal. La ermita dedicada al Santo Varón, está situada a 1692 metros de altitud, en la cima del monte de Javalón, dentro del recinto de lo que fue en la antigüedad un poblado íbero y posteriormente un fuerte o castillo, que data según historiadores del tiempo del emperador romano César Augusto, fortaleza utilizada según otros por el primer Señor de Albarracín en 1172.
Al pie de esta monumental atalaya de la serranía se extiende Jabaloyas. El acceso para subir a la cima en romería se hacía a través de un camino de herradura utilizando como medio de transporte las caballerías, o en otro caso a pie, pues incluso había romeros que lo hacían descalzos como sacrificio en cumplimiento de alguna promesa a San Cristóbal, invirtiendo en la escalada por la inclinada pendiente hasta el alto cerro unos setenta minutos. Esta fiesta romera se organizaba mediante el nombramiento por turno anual entre los vecinos del lugar de cuatro “Cargos” (cuatro matrimonios); uno de ellos, el de mayor edad, se le denominaba Mayoral, que era el responsable o representante oficial de la fiesta. Estos cargos, después de su nombramiento, elegían cada uno de ellos, entre sus familiares o amigos, una pareja de jóvenes adultos de ambos sexos, denominados “Mozos del Santo”, como ayudantes y colaboradores de los cargos de la fiesta.
Esta comisión de fiestas corría con todos los gastos de los actos religiosos, música de gaiteros, así como del pan y el vino que consumían los romeros, entregando a cada uno un pan y media jarra de vino como complemento de la comida que cada romero portaba para consumir con sus familiares a la salida de misa en el cerro de Javalón.
A tal fin los cargos tenían que pasar una pequeña factura a los vecinos del pueblo y su aldea de Arroyofrío, a los que solicitaban su colaboración mediante le entrega voluntaria de una medida de harina panificable, o bien su equivalente en huevos o dinero; cualquier aportación era bien recibida para sufragar los gastos de esta fiesta del Santo.
Parece ser que la colecta se iniciaba el Domingo de la Trinidad, a finales del mes de Junio en Arroyofrío, desplazándose a dicha aldea las cuatro mujeres de los cargos con sus respectivas mozas del Santo, todas ellas ricamente ataviadas, superponiendo a sus vestidos un delantal o mandila blanca primorosamente bordada, las cuales portaban a su vez unos capazos (escriños), donde iban depositando en ellos los donativos recibidos, cuando llamando de puerta en puerta se anunciaban “Las santeras”.-Esta misma colecta se hacía en Jabaloyas el día siete de julio, pero con la excepción de que las santeras de los cargos lo hacían por la mañana y las mozas del Santo por la tarde.
Al día siguiente de la colecta, antevíspera de San Cristóbal, la actividad de los cargos se centraba en el horno público, donde se cocía el pan amasado, las tortas dormidas y las pastas del Santo, compartiendo entre todos el quehacer artesano de tan noble tarea, que con desbordada alegría festiva durante las veinticuatro horas del día donde no faltaba el buen vino, el buen yantar y la buena música, acompañada con sus canciones de jota que hacía vibrar el alma de los santeros.
El día nueve por la tarde se subía el pan en sacos y el vino en botas de cuero a lomos de mulas, para depositarlo en un edificio contiguo a la ermita de San Cristóbal, donde era vigilado toda la noche por los mismos porteadores, hasta su reparto al día siguiente en la fiesta por los respectivos cargos.
El día diez, a primeras horas de la mañana, el repicar y volteo de las campanas anunciaba la concentración de los cargos y sus mozos en la puerta de la iglesia; son las nueve de la mañana cuando aparecen montados en sus respectivos caballos o mulas vistosamente enjaezadas con atalajes brillantes y cubriendo sus monturas con primorosas colchas de seda, vestidos con sus mejores galas y llevando a la grupa el caballo a su pareja luciendo sus mantones de manila. Se inicia la procesión, que encabezan los cargos y sus mozos, formando dos hileras paralelas de caballerías, yendo tras ellos el sacerdote y sus ayudantes precedidos de San Cristóbal, llevado por cuatro feligreses sobre sus andas, engrosando la romería numerosas parejas montadas a caballo y las que marchan a pie; la procesión se interrumpe a la salida del pueblo (en la portera de la Canal). El Santo continuaba su camino ascendente mientras que el sacerdote, liberado de su ornamentos, utilizaba su cabalgadura para integrarse en la romería que de forma numerosa iba subiendo hasta alcanzar la cima del cerro. Unos metros antes de pisar el recinto en ruinas, las gentes se apresuran a recibir la imagen del Santo para acompañarlo en procesión hasta situarlo en la hornacina del altar de la ermita.
Entre tanto, el resto de los romeros otean la impresionante panorámica que desde esta atalaya se divisa; nótese la sobrecogedora extensión y número de pueblos y montañas que a nivel inferior del cerro pueden verse, Jabaloyas con sus rojos tejados se divisa enroscado a sus pies.
Recreada la vista de tan bello paisaje, los romeros se van organizando en corros entre aquellos que han de compartir comunitariamente sus viandas a la hora de comer; asisten a la misa al toque del campanico de la ermita; después, a la procesión alrededor del recinto con música de gaiteros; para terminar con la bendición del pan y del vino, que momentos después serán repartidos por los cargos de la fiesta entre los corros de los romeros.
Terminado el yantar y el baile de sobremesa, se procedía sobre las cuatro de la tarde a descender hacia el pueblo, con la juerga y los milagros que producía el vino alegrando los corazones, haciendo dicharacheros a unos, mientras otros mantenían su equilibrio a duras penas.
Al aproximarse al pueblo, se reorganizaba de nuevo la procesión en el mismo lugar que se interrumpió a la salida, pero con la excepción de que al llegar a la plaza, se procedía a instalar la imagen del Santo en la hornacina que tenía dedicada en la fachada del Granero (Casa de los diezmos), y tras un pequeño acto litúrgico animado con vivas a San Cristóbal, se continuaba hasta la puerta de la iglesia donde se disolvía la comitiva después de impartir el sacerdote la bendición a todas la caballerías y sus jinetes.
Acto seguido, se establecía un concurso de carreras de caballos en el Cantón, espacio comprendido entre la plaza y la portera de la Canal, patrocinado por el Ayuntamiento, otro concurso de aspecto cómico de carrera de burros, pero condicionado a que los animales marchasen libres y sus jinetes debían cabalgar de espaldas a su marcha, resultando premiado el primero en alcanzar la meta.
El segundo día de fiesta, después de la asistencia a misa mayor, se celebraban en el trascurso del día concursos premiados de juegos de pelota, calva, carreras pedestres, de sacos, tiro de barrón, de garrote, cucañas, juegos de guiñote, etc., y al atardecer se hacía la entrega y nombramiento de los nuevos cargos para el año siguiente en la puerta del nuevo mayoral, acompañado el acto con música de gaiteros y vinillo de la tierra que se repartía en abundancia entre los concurrentes, continuando con los bailes de fin de fiestas hasta la madrugada.
A partir de los años 1960 a 1993, esta romería quedó reducida a conservar parte de su recuerdo, si bien el Ayuntamiento, para mantener la tradición como fiesta patronal, sufraga todos los gastos que se originan en la misma: la orquesta que ameniza los bailes populares y la distribución gratuita de pan, el vino y la carne de cordero entre los asistentes que suben a la cumbre del cerro para honrar a San Cristóbal.
El recinto de las ruinas del viejo castillo se convierte en este día en un restaurante campero, donde grupos de familiares y amigos se reúnen para consumir las viandas que se llevan y saborear la carne de cordero asada que en el mismo lugar se cocina en las fogatas de buena leña que a tal fin facilita el Ayuntamiento.
La romería de caballerías ha sido sustituida por automóviles que cómodamente pueden desplazarse a través de un camino forestal que une al pueblo con el cerro de San Cristóbal y todo esto puede celebrarse gracias a la fe religiosa tradicional y a la afluencia de los hijos de Jabaloyas que emigraron a otras regiones españolas, para sumarse a los residentes que mantienen vivo el espíritu histórico de no perder esta fiesta de romería dedicada a su Patrón San Cristóbal."    (FRUTOS ASPAS RODRIGUEZ, Jabaloyas: sus costumbres y sus fiestas, CECAL, 2011)

GALERÍA










REPORTAJE DE LA ROMERÍA DE 2011